Artículo de N.K Psicopedagoga y Pedagoga Terapéutica. Artículo muy interesante.
¿Qué es lo normal?
Primeramente, convendría distinguir entre estos dos conceptos: agitación e hiperactividad.
Sentiré agitación si
soy una persona muy nerviosa, aunque voy a conseguir canalizar de alguna
forma mi energía. Generalmente puede verse como un grito de alarma que
revela a los demás cómo me siento interiormente: desconfiado, temeroso,
molesto con la gente que me rodea…
Si soy un niño con
conductas hiperactivas,
mi comportamiento resultará turbulento y extraño, incluso molesto.
Puede que este sea el camino que tantos niños y adolescentes encuentran
para ignorar situaciones y
escapar
de su realidad inmediata. Y es que a veces, la realidad no resulta
alentadora ni nos sostiene. Internamente, hay una rebelión contra las
circunstancias y los sentimientos no expresados.
Sólo la lentitud con la que hacemos las
cosas nos permite poner atención y ser conscientes de las mismas.
Cuanto más rápido viva mi vida, más lejos en verdad estaré de ella y de
mí mismo.
Si nosotros como padres, no estamos
energética o emocionalmente centrados-equilibrados, ¿podemos pedir a
nuestros hijos que lo estén?
“Los
hijos cuentan con nosotros sobre todo para que los ayudemos a
comprender su realidad. Nuestro cometido es enseñarles a extraer de la
vida finalidad y significado”. Shefalí Tsabary
Así que…¿Qué es LO NORMAL?
Una vez más serán los expertos los que se encarguen de definir dicha “normalidad”, de forma parcial, cabe decir.
Para Barkley (científico, psicólogo e
investigador norteamericano. Uno de los actuales expertos en Trastorno
por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH),
lo normal es atender en clase sin molestar, hacer los deberes motivado,
no cantar en clase ni tararear ni jugar con los bolis ni dar golpecitos
o silbar…
Pero… ¿Por qué es eso lo normal? ¿Desde cuándo?
Por supuesto, aunque es normal que eso
no se haga, TAMBIÉN ES NORMAL QUE SE HAGA, las dos cosas son normales,
pues el abanico de la normalidad es mucho más ancho de lo que las
teorías del TDAH difunden a los cuatro vientos.
Tanto es así, que los síntomas que describen este “Trastorno” NO SON ANORMALIDADES, sino conductas que se encuentran todos los días en todas las escuelas. Comportamientos habituales en un alto porcentaje de niños todos los días. La
diferencia está en la intensidad y la persistencia de los mismos y en
el grado de tolerancia de quien las vive (padres y profesores
principalmente), de manera que no es de extrañar que unos y otros
busquen una solución y una explicación, a lo que algunos consideran, la
enfermedad que tiene el niño.
Por ello convendría reflexionar sobre
los problemas conductuales (de atención, de actividad) o emocionales,
que pudiendo ser problemas no por ello son enfermedades o trastornos
clínicos. Sin embargo, así es como están siendo considerados, desde el
mismo momento en que la distracción se ha convertido en algo patológico.
Aún así, parece difícil pensar
libremente, atender a las necesidades profundas que está teniendo
nuestro hijo o alumno, haciendo frente o ignorando una divulgación que
se empeña en extender la idea de que el niño difícil, o el <<niño
problema>>, es un niño desviado por un fallo en el funcionamiento
de su cerebro. No importará el espacio que tenga el niño para correr en
su casa; no importará si tiene mucho o poco tiempo para jugar; no
importará si está preocupado o angustiado por algo, aburrido, o cansado
de estar en un ambiente que no le resulta estimulante.
Lógicamente todos los padres quieren que
sus hijos tengan éxito en la vida. Si de pronto escucharan que hay
algo, un trastorno que padecen varios niños del colegio o del vecindario
y que se manifiesta por bajo rendimiento académico, mal comportamiento y
por <<pasar>> de hacer los deberes en casa, podrán pensar
que su hijo, que hace exactamente eso, es también uno de esos niños que
llaman TDAH.
El padre con-vencido por la divulgación
(que a menudo es agorera y pesimista alertando de los riesgos de no
intervenir químicamente), comienza a creer que los comportamientos más
difíciles de llevar de su hijo se deben a un trastorno, y no quizá a
otros aspectos naturales de la vida, que aún requiriendo esfuerzo, no
son patológicos.
Y no olvidemos que, El PROBLEMA de
hablar de ANORMALIDAD es que afecta directa y profundamente a los niños.
Si se les cataloga de anormales se les puede considerar enfermos y
promover su etiquetado y posterior tratamiento, que en una mayoría de
casos consistirá en psicoestimulantes, antidepresivos u otros
psicotrópicos, los cuales alterarán su estado natural con la excusa de
estar regulando un desajuste neuroquímico, hasta el momento no
demostrado, sobra decir.
Llegados a este punto, parece obligado detenernos y reflexionar de verdad, con honestidad, con seriedad…
¿Qué es LO NORMAL?
¿Quién decide lo que es o no normal?
Porque nuestra respuesta va a ser determinante en el futuro de nuestros hijos.
N.K
Psicopedagoga y Pedagoga Terapéutica
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